Un absurdo plan en la cabeza

A propósito de La memoria del alambre, de Bárbara Blasco. Tusquets, 2022.

Primero, el título: La memoria del alambre. Si coges un alambre y lo deformas se queda deformado. Obvio. Cuando te empeñas en dejarlo como estaba, no lo consigues. El alambre tiene memoria. En este libro de Bárbara Blasco, además, significa que una vez fuiste adolescente, un adolescente gilipollas como los de ahora. Recuerda tu adolescencia. Sí, claro, la tuya: eras un gilipollas, reconócelo. Me vale el adjetivo, aunque la mía fue traviesa, a secas. Y corta. Pues este libro es así, travieso. Dos chicas de quince años son las protagonistas. Mal habladas, chabacanas y vividoras aunque una afirma que aborrece el orgullo con que se exhibe la ordinariez. Lascivas como ellas solas, aunque esta categoría… Y todo sucede en los años ochenta, entre la movida y sus movidas, los zarandeos y los besos. ¿Te acuerdas? Yo sí. Salías por los pubs de la ciudad con amigas y amigos buscando besos y morreos, nuevas amistades y vida nihil, porque eso era la adolescencia, porque la adolescencia es la etapa más nihilista de la vida: casi te olvidabas de tus padres, matabas a Dios todos los días, te echabas a fumar y escondías el tabaco en el cajón de los calzoncillos, conseguías derrapar con la Vespino o una veloz Puch Maxi (lo que costaba derrapar con una Vespino…) Porque, en definitiva, tenías que certificar que eras gilipollas.

La memoria del alambre va de la adolescencia, aunque cuando lo terminas no piensas en la adolescencia sino en por qué este libro no ha sido un bestseller como lo fue Historias del Kronen. Es que no lo entiendes. Incluso la considerarías una historia que podría haber aparecido en Kronen. Las protagonistas son precoces, prueban las drogas, tienen sexo al albur, también al alba, una de ellas la embarazan psicológicamente, ambas, Carla y la narradora, se llevan fatal con sus padres y solo buscan lo que busca una chica adolescente a esa edad, una chica adolescente sin mucho anclaje existencial: vivir silbándole a la vida, en todos sus momentos, convertirse en olas que se salen del mar.

Pero la novela va sobre la adolescencia y sobre un tema espinoso, o defecto paterno-filial. Si revelo este detalle reviento la novela y no se trata de eso. Se trata de que vayas a la biblioteca y la saques. Se trata, si no la tienen en la biblioteca, que vayas a la librería y te la compres; si no está ahí, ya sabes, ayuda a mantener este blog. Puedes comprarla aquí: https://amzn.to/3OZJ23n

La narradora cuenta su vida cuando vivía y corría en la adolescencia con Carla. Mientras la cuenta, reflexiona y se mueve de un lugar a otro con su banda de música. Lo más jugoso de la novela es el relato que la narradora monta sobre Carla, su amiga, apoyado en un correo o carta que le está escribiendo a la madre que quería saber cómo murió su hija; esto mezclado con el presente del relato de la narradora. Carla es una líder nata, aunque su padre le dé asco. Incluir aquí al padre es vital porque la novela, o a partir de ese momento se vuelve interesantísima. Pretendes casar tus conjeturas con la resolución que hace Bárbara Blasco de su novela. Se trata de desvelar por qué a Carla su padre, violinista de profesión, le da asco. Pero ojo, Carla siempre «se probaba sus mentiras como una niña sus disfraces favoritos» y todo parece un juego. Tienes que seguir leyendo.

En la novela hay escenas para releer y no cansarse porque te preguntas cómo lo hace, cómo lo escribe para que se te electrice la imaginación: la escena de la panadera, la del programa nocturno, la de la abuela que se acuesta con su nieto heroinómano, el que arreglaba cadáveres…

Por otro lado, el planteamiento narrativo es genial: argumento, trama, estructura, personajes, uso del diálogo, carta, epístola moderna, en este caso, un correo y reflexiones de la narradora protagonista. Agita el cóctel. A mí me ha gustado mucho la narradora protagonista, amiga de la protagonista, que no aparece en toda la novela, pero que está porque es un recuerdo muy presente en las vidas de los que participan en La memoria del alambre. El uso del tiempo es espectacular por cómo juega con él entre aquella Carla viva y la otra Carla muerta y recordada. La textura novelística –si así se puede denominar algo— se palpa con gusto. La narradora protagoniza el recuerdo de su mejor amiga, que murió o se suicidó, yo no lo he resuelto, y el de una madre, o padre, o madre y los dos a la vez, quieren conocer más detalles sobre los últimos momentos de su hija. Irremediablemente estamos en la ficción, que siempre sorprende al final.

En definitiva, sin duda, «claro que la adolescencia es eso: un tumor propio creciendo en la carne extraña, y un absurdo plan en la cabeza». Voy a titular así este texto: Un absurdo plan en la cabeza porque es el mejor que puedo elegir.

Antes de acabar vinculo un texto que escribió la propia autora en Zenda. Muy fresco, muy vivo, donde explica entre otras cosas el título del libro. Como comprobarán, ella misma tuvo una dura adolescencia porque a los quince había probado las drogas, había abortado, había leído a Freud y había hecho una película. Y necesitaba escribir porque para Bárbara Blasco, «escribir es perseguir a ese fantasma que llevamos dentro, al que no alcanzamos a verle el rostro». Su amiga Carla, que en realidad se llamaba Delphine, pertenece a «la memoria, sus trampas, su misterio, la memoria es pura imaginación, la memoria que es literatura»

Puedes seguir gozando del estilo de Bárbara en la sección de opinión de El Mundo, donde escribe con regularidad. Yo no me la pierdo. Mientras nos trae otra novela, por qué no disfrutar de esta otra faceta y de este otro punto de vista sobre el mundo que vivimos. Desde aquí, gracias, Bárbara. No lo olvido: aquí está el vínculo donde glosa su novela: Cómo escribir en 7 incómodos pasos. Diviértete.

La memoria del alambre en mi biblioteca


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