A veces me preguntan cómo elijo los libros: un ejemplo

A veces me preguntan cómo elijo los libros que voy a leer, y la verdad, cada libro tiene su historia. Ayer fue La memoria del alambre y te cuento cómo sucedió.

Leía algunos artículos de opinión, como todas las mañanas de vacaciones. Lo hacía en El Mundo (y en el amable, usable y placentero formato sin scroll de Orbyt). Ojeaba, leía y pasaba las páginas hasta que di con «Marrulleros sin pausa: abstenerse»[1]. Me enganchó.

Empecé a leer y me sorprendió la frescura del texto (no voy a definir qué es eso ahora), pero llegué en un pispás hasta el final. Quería más. Lo releí un minuto después, no te miento. Y después, otra vez más, igual. Cuatro veces.

Había algo en él que me desconcertaba y lo más importante, me extrañaba. La literatura funciona así. Sin extrañamiento no hay magia. El artículo me daba las largas, había literatura, y virguería.

Quizá en un primer momento fueron sus curvas, la forma. Me llamó la atención la extensión de los párrafos. Después las referencias, tanto a Mata Hari, como a John Wayne y a Greta. El encadenamiento de ideas final era suculento, cosía el estoicismo y el dandismo con Baudelaire. Hasta consiguió definir la chulería del dandismo.

En definitiva, quise saber quién era Bárbara Blasco. Así que le pedí ayuda a Google. Dime, Google… Ante su inutilidad tuve que escribir a la redacción de El Mundo para dilucidar si las dos Bárbaras que me ofrecía el buscador era la misma. Y sí, era la misma («Le confirmamos que la periodista Bárbara Blanco es la misma escritora que ganó el Tusquets hace un par de años»), aunque Google te llevara a pensar que eran dos.

Bárbara fue premio Tusquets, había sobrevivido trabajando en mil sitios, hizo Periodismo y algo de cine y… ¡escribía diariamente en un blog! (casi como yo). Tocado.

Me fui al catálogo online de la biblioteca pública y allí estaba el libro, aunque no el del premio, Dicen los síntomas. A ver si lo consigo.

Me vestí, fui a la biblioteca y de una sentada leí, allí entre las estanterías, cuarenta páginas. Me lo llevé. Vivan las vacaciones. Caerá entre hoy y mañana. Me está gustando tanto… La trabazón, el estilazo, el ambiente ochentero que describe y que yo viví. ¡Qué nostalgia! Sin duda, escribiré sobre él en el blog.

Por la tarde, y por su cumpleaños, le leí el artículo a Rosa, mi mujer.


[1] PDF del artículo: “Marrulleros sin pausa: abstenerse”.


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