Houellebecq y Lovecraft: crítica a la mediocridad literaria
Decía Houellebecq en H. P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida (Anagrama, 2021) que Lovecraft aseguraba que Tom Jones, de Fielding, era la cumbre del realismo, y por tanto, de la mediocridad. Y así, llega a afirmar:
“En una palabra, hijo mío, considero esta clase de escritos una búsqueda indiscreta de lo que la vida tiene de más bajo, la transcripción servil de acontecimientos de un portero o un marinero. Dios sabe que podemos ver a bastantes animales en cualquier corral y observar todos los misterios del sexo en la cópula de las vacas o las potrancas. Cuando miro al hombre, quiero ver las características que lo elevan a la condición de ser humano, y los adornos que otorgan a sus acciones la simetría y la belleza creadora. No es que desee ver que le prestan, a la manera victoriana, pensamientos y móviles falsos y pomposos; lo que quiero es que su comportamiento se aprecie con exactitud, enfatizando las cualidades que le son propias, y sin poner estúpidamente en evidencia esas particularidades bestiales que tienen en común con cualquier verraco o macho cabrío”.
Para Lovecraft, las descripciones eróticas o pornográficas no tienen ningún interés literario. De hecho, los textos de este autor buscaban “llevar al lector a un estado de fascinación porque busca la maravilla y el pánico”. En realidad, lo que hacía Lovecraft, señala Houellebecq, era aplicar la técnica de la constricción que consistía en tapar los agujeros de un flotador viejo, los agujeros del sexo y del dinero para que, por presión, otros agujeros manasen con más fuerza.
Ahora rescato estas ideas de unas notas que tenía sueltas del libro que he citado de Houellebecq sobre Lovecraft porque comparé, casi por ensalmo, la aversión que manifestaba Lovecraft hacia el realismo con otra tendencia actual, que desde mi punto de vista, está acogiendo demasiada mediocridad: la escritura en torno a un hecho-trauma sucedido al escritor con el que consigue firmar las doscientas y pico páginas de su novedad «literaria». No soporto más tramas fundamentadas en traumas: ni depresiones, ni abortos acordados en pareja –nauseabundo, por cierto–, suicidios de amigas, malos tratos por parte de padres, envidias fraternales, guerras de almohadas que terminaron en sangre… En definitiva, traumas convertidos en pornográficas tramas que a mí, al menos, me han saturado. Y hoy, quería dejarlo por escrito aquí.
El apunte se trataba de esto, de establecer cierta intertextualidad entre la mediocridad que denunciaba Lovecraft y la mediocridad de los textos autobiográficos que nos ahogan. Hubo un autobiografismo de excelencia, pero se nos ha trasroscado para degenerar en un autobiografismo de redacción pornografica por sentimental, y no en novelas autobiográficas. Parad ya, por favor, de escribir sobre las experiencias personales con ánimo de lucro y sin capacidad literaria.
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